Ordenación de diáconos transitorios arquidiócesis de Bogotá
La vocación es un don de Dios para su iglesia ese don se discierne en medio de la comunidad. El diácono transitorio por la ordenación sacramental adquiere una identidad propia y está llamado a desempeñar el ministerio propio del orden del diaconado en las tres tareas de la misión: “La Palabra, la Liturgia y la Caridad”.
Inicio de ceremonia
Con una catedral llena inicio la ceremonia donde familiares, amigos y conocidos de los que hasta ese momento eran Seminarista, para acompañarlos en uno de los momentos más significativos de su vida.
El ordenarse como diácono es recibir el primer grado del sacramento del orden sacerdotal. Es decir, para asistir al obispo y a los sacerdotes en la predicación de la Palabra de Dios, en la distribución de la comunión y en las obras de la caridad. Este sacramento los fortalece para que puedan desempeñar estas funciones que son esenciales en la misión de la Iglesia.
Después de haber sido considerados dignos para este ministerio se hace una profesión de fe, donde cada uno declaro sus deseos de servir a Dios.
A continuación los invitamos a escuchar la homilía del Señor Cardenal
Uno a uno se acercó ante el Señor cardenal arrodillándose ante él y poniendo sus manos juntas, prometiendo respeto y obediencia al Obispo diocesano y a su superior legítimo.
Como uno de los actos más significativos se pide a todos para que oren a Dios Padre para que derrame bondadosamente la gracia de su bendición sobre estos jóvenes que han llamado al Orden de los diáconos y al Orden de los presbíteros. Entonces ellos se postran en tierra, dejando su vida y muriendo a su mundo entregando todo por Cristo y levantándose consagrados.
Luego cada uno pasó ante el Señor cardenal y se arrodilló ante él. Él impuso en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de estos seminaristas para decir la Plegaria de Ordenación.
Continuando con la ceremonia se vivió uno de los momentos más bellos donde los padrinos entregaron las vestiduras diaconales.
Ya con las vestiduras diaconales, se acercaron al Señor Cardenal quién les hizo la entrega del libro de los Evangelios, diciendo: Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado.
Los ordenandos se arrodillaron en su sitio, el Cardenal descendió para imponerles las manos. Le siguieron todos los sacerdotes presentes imponiendo igualmente en silencio las manos.
Después de ser ungidas sus manos rezando una oración, los nuevos Diáconos llenos de alegría entregaron a los feligreses la comunión.
Los nuevos diáconos ya han recibido el primer grado del sacramento del orden sacerdotal. Se les ha impuesto las manos para el ministerio, es decir, para asistir al obispo y a los sacerdotes en la predicación de la Palabra de Dios, en la distribución de la comunión y en las obras de la caridad. El sacramento los fortalece para que pueda desempeñar estas funciones que son esenciales en la misión de la Iglesia. Los diáconos, son un reflejo vivo de Jesucristo, que no vino a ser servido sino a servir. Pidámosle al Señor por estos jóvenes y por todos los sacerdotes quienes nos alimentan con los sacramentos y con la Palabra de Dios.