“Ser discípulo significa también amar al mundo” cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá.
A continuación les compartimos, la oración de apertura dirigida por monseñor Jaime Mancera, Vicario de Evangelización y el mensaje del cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá quien dio la apertura a este importante seminario que tiene como objetivos:
- Reflexionar acerca de la presencia y acción de Dios en las distintas tendencias culturales, religiosas y sociales que caracterizan el momento actual de nuestra región capital para ahondar en los desafíos que el contexto pone a la tarea evangelizadora de nuestra Iglesia particular.
2. Ahondar en la comprensión teórico-práctica del nuevo paradigma de evangelización.
Oración de apertura al Seminario de Actualización Permanente del Presbiterio Arquidiócesis de Bogotá
Danos Señor la gracia de vivir estos días como una experiencia de encuentro contigo en el encuentro de los hermanos en el ministerio y con quienes compartimos nuestra responsabilidad en la evangelización.
Danos la gracia de hacer fructificar los dones, carismas y todos los talentos que tenemos para ponerlos al servicio de la misión evangelizadora de la arquidiócesis de Bogotá.
Que este tiempo Señor acreciente en nosotros el amor a Ti y a tu Reino, danos siempre el ardor misionero de llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de nuestra sociedad urbana y rural para transformar nuestra sociedad.
Que podamos construir una sociedad misericordiosa, que no falten tus inspiraciones para que lo que aquí trabajemos y construyamos, contribuyan en la eficacia y en la fuerza de nuestra acción evangelizadora en la Arquidiócesis.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos, Amén.
María Estrella de la Evangelización ruega por nosotros.
Mensaje de Apertura del Cardenal Rubén Salazar Gómez, Seminario de Actualización Permanente del Presbiterio:
Para mí es una alegría grande encontrarme con ustedes, especialmente en un contexto de tres días ahondando profundizando tomando una conciencia más aguda de lo que significa nuestro caminar como iglesia arquidiocesana.
En el libro de los hechos de los apóstoles se indica al cristianismo como un camino y esa denominación es realmente interesante porque significa que Cristo, nuestro Señor que es el Camino, nos invita a todos a caminar con El hacia el encuentro definitivo con Dios.
La revelación empieza con el encuentro de Abraham y la orden sal de tu tierra y vete a la tierra que yo te mostraré; es ponerse en camino, nosotros como Iglesia arquidiocesana tenemos que caminar, si dejamos de caminar estamos siendo infieles a la naturaleza más profunda de nuestra realidad como Iglesia.
Tenemos que caminar como pueblo de Dios, como Iglesia, juntos, tal vez y yo lo he dicho muchas veces y me gusta repetirlo nuestro pecado mayor de la Iglesia de los últimos tiempos es la dispersión, una Iglesia que ha perdido bastante el sentido de comunidad, de pueblo y que por lo tanto cada individuo y miembro de la Iglesia empieza a recorrer un camino por su lado y no como Iglesia, camino que hay que recorrer juntos.
Por eso, como Arquidiócesis hemos querido tomar un camino juntos, marcado por el Plan de Evangelización el cual tiene como fin, ser un instrumento, un medio, algo que nos facilita ese caminar conjuntos.
Y es un caminar en el que nosotros tenemos que tomar conciencia de que como pueblo de Dios caminamos en medio de una sociedad, en medio del mundo. No somos extraterrestres, en el sentido de que podamos prescindir del mundo que nos rodea, por el contrario estamos metidos en el mundo y la razón es sencillísima y es que en ese caminar como Iglesia, como pueblo de Dios, como comunidad, tenemos que estar en diálogo permanente con el mundo que nos rodea.
El Señor en el evangelio de San Juan, ruega al Padre que no nos saque del mundo, sino que precisamente dentro del mundo, nosotros podamos caminar en el mundo siendo “Sal de la tierra y Luz del mundo”, precisamente como lo hemos definido, un principio en el Plan de Evangelización.
Ese caminar por lo tanto, es un permanente diálogo con el mundo, antes nosotros nos veíamos como los maestros, los superiores que enseñaban al mundo por dónde se debía caminar e ir, hoy en día somos más conscientes de que ese caminar en el mundo y con el mundo es un caminar en el diálogo.
Pablo VI en su bellísima encíclica (E.S.) nos enseñó que el diálogo es la herramienta fundamental para hacer presente la misión de la Iglesia en el mundo.
Es un diálogo, pero para uno poder dialogar necesita conocer al interlocutor, necesita conocer aquel con el que se dialoga, sino hay conocimiento, indudablemente no sabremos nunca que palabras utilizar para ese diálogo.
Por eso es muy importante el que nosotros conozcamos muy bien el mundo en el cual vivimos, y este es un mundo que se ha transformado muy rápidamente - puso el ejemplo del año 62 y 68- muchos otros acontecimientos han marcado etapas, momentos decisivos que ha vivido nuestra sociedad, conocer, ver su significado, un desaprender muchas actitudes en relación con el mundo para entrar en un diálogo fecundo, de salvación, sociedad a la cual somos enviados.
Caminar como pueblo de Dios, conocer cada vez más como interlocutores del mundo, tener un aprendizaje en dos momentos fundamentales de nuestra existencia:
En primer lugar somos discípulos de nuestro Señor Jesucristo, citó a Aparecida: “una característica fundamental de ser discípulo es el aprender continuamente”.
El discípulo es el que aprende en un continuo proceso de seguimiento del maestro, para nosotros esto implica estar en un continuo diálogo que es la escucha de la Palabra de Dios, un continuo diálogo con el Señor Jesucristo para conocerlo cada vez más. Para ser consciente de todo lo que significa esa realidad profunda de un Dios hecho hombre, que asumió toda nuestra condición humana menos en el pecado, que por lo tanto, “es el rostro humano de Dios y al mismo tiempo es el rostro divino del hombre”.
La primera condición del aprender para nosotros, tiene que ser el ponernos verdaderamente a la escucha del Señor Jesucristo, a caminar detrás de Él, siguiendo sus pasos, descubrir todo lo que significa la presencia salvadora de Dios en el rostro de Cristo en cada uno de nosotros y en el mundo en el que vivimos.
Ser discípulo significa también amar al mundo, de pronto se nos ha colado una cierta desconfianza ante la sociedad, con juicios condenatorios, o extraños a un mundo que no comprendemos.
No podemos olvidar las palabras del Señor Jesucristo: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su propio Hijo”, aprender del Señor Jesucristo a amar al mundo, así como es, con sus terribles paradojas y contradicciones en el mundo que vivimos, a pesar de sus aspectos negativos, aprender a amarlo. No podemos mantener en el corazón actitudes condenatorias contra el mundo y no podemos estar en una actitud que rechaza y condena lo que sucede en el mundo, tal vez esto no es consciente de parte nuestra, sin embargo marca muchas de nuestras actitudes como evangelizadores.
Por eso, todo lo contrario, con el Señor Jesucristo tenemos que aprender a amar el mundo y para amarlo hay que conocerlo, no podemos quedarnos en la periferia, en las tragedias, injusticias, violencias que suceden en el mundo… tratar de llegar más allá de los fenómenos para poder amar.
Como discípulos del Señor Jesucristo como aquellos que aprenden siguiendo al maestro, ir comprendiendo al hombre en sus pecados y grandeza. Debemos crecer en ese amor al mundo, somos discípulos del Señor Jesucristo, tenemos que aprender a conocerlo a Él y en Él aprender a amar al mundo.
También somos pastores de la Iglesia de Dios, aunque no todos sean ordenados, los laicos presentes asociados a la tarea pastoral de la Iglesia, como pastores mirar la realidad con ojos de Pastor. Nuestra mirada al mundo, a la sociedad no puede ser simplemente la mirada del sociólogo, del antropólogo o del filósofo; debemos comprender lo que significa esa realidad desde la interdisciplinariedad.
Tenemos que estar en ese continuo discernimiento de la presencia de Dios y lo qué significa su presencia como reto, desafío para nosotros como pastores de la Iglesia y caminar juntos dirigidos siempre por nuestro Señor Jesucristo hacia el encuentro definitivo con Dios.
Esto requiere una doble actitud que yo quisiera recomendarles para estos tres días:
La primera es la apertura a la interdisciplinariedad, nosotros hemos estudiado filosofía y teología, nos ha dado un marco de pensamiento. Pero hoy para utilizar el método filosófico, recurrir a las otras ciencias, que se nos impone de una manera especialísima, por ello tendremos conferencias, ponencias desde distintos puntos de vista sociológicas, antropológicas…
Para el horizonte en el cual nos movemos, debemos adquirir mentalidad de interdisciplinariedad, tenemos que aprender a leer lo que las ciencias humanas nos ofrecen para discernir con claridad ese amor de Dios presente en el mundo que nos interpela y hemos sido enviados de manera especial.
Eso también requiere de nosotros una actitud de confianza –sería la segunda actitud- en discernir la voluntad de Dios, caminar en un diálogo profundo con el mundo y la sociedad. Muchas veces los planes que suelen llamarse planes de pastoral se conciben como un ejercicio donde se marcan unas pautas, criterios y nada más. El cardenal resaltó porque el Plan de Evangelización no es pastoral como ya todos lo saben.
A continuación escuche esta última parte, donde el cardenal resalta la necesidad e importancia del Plan de Evangelización y agradece la participación de todos los sacerdotes y laicos para ser discípulos y pastores que disciernen la voluntad de Dios:
“Nosotros hemos querido que nuestro plan de Evangelización que nos va a guiar en nuestro caminar como Iglesia arquidiocesana sea el fruto permanente de discernimiento de la voluntad de Dios”.