Señor: ¿Qué quieres de mí?
- Recordar que fuimos llamados a la vida en el amor de nuestros padres.
- Somos llamados a la fe, a través del sacramento del bautismo, es un llamado a ser santos, protagonistas de su Reino.
- Orar para que todos los que somos bautizados podamos responder con nuestra fe a un tercer llamado: A vivir nuestra fe en un estado de vida comprometido y concreto al servicio del proyecto de Dios.
El Señor a través de los estados de vida, que nos propone a vivir desde el Evangelio y la Iglesia nos lleva a pensar que nuestra fe nos lleva a grandes ideales: El matrimonio, la vida sacerdotal, la vida religiosa, no son cuentos pasados de moda como muchas personas lo hacen ver; son los desafíos en una sociedad que necesita de la fe en la experiencia de un amor que se entrega, es servicio y nos permite compromisos para toda la vida.
Desde cada una de las vocaciones, estamos llamados a ser Buen Pastor, buenos guías y más aún santos, dejándonos guiar por el Señor. Pedirle al Señor que nos ayude a ser protagonistas y signos para los demás de lo que significa amar y dar la vida, a través de los estados de vida cristianos para que así otros viendo este testimonio, signo, se animen y descubran que verdaderamente existe la entrega y el servicio por la causa del Reino de Dios.
La crisis que experimentamos hoy en día por la disminución de la respuesta vocacional no nos debe asustar, intimidar, por el contrario, debemos amar y fortalecer más nuestra vocación para dar ejemplo a los demás de que si es posible.
- No temer, no tengan miedo: En la época fugaz en la que vivimos, ante la idea que muchos quieren vender de que no es posible vivir hoy con compromisos de entrega y de servicio en la vida para siempre, de que esto es perder el tiempo y que las relaciones ahora lo normal es que sean a corto plazo, el llamado es que no tengan miedo porque la obra de Dios es eterna su amor es eterno, su Misericordia es eterna y su fidelidad como dice la escritura permanece para siempre.
- Uno de los desafíos es volver a entender y a redescubrir el valor de nuestra vida, del por qué y para qué estamos en este mundo, no basta con una profesión o una carrera, estamos también llamados a responder desde una vocación concreta para servirle al Señor.
- Con un grupo de 50 jóvenes que están en proceso vocacional de la Arquidiócesis de Bogotá, es inevitable ver en algunos el temor infundido por la sociedad que no vale la pena entregar la vida y yo les digo: Anímense, pregúntense Señor ¿qué quieres de mí? y de la mano del Señor, unidos a El tendremos conversión y la certeza de responder honestamente a esta pregunta.
- Nunca será lo mismo responder en la vida a lo que uno quiere sin contar con la ayuda de Dios, a lo que uno es capaz de hacer caminando con Él, de su mano; esto requiere nuestra unión, adhesión a la persona de Cristo y creer en su Presencia.
- Les recuerdo la importancia de seguir a los santos, entre ellos tenemos el ejemplo de San Ignacio de Loyola, que nos enseña a no tomar decisiones definitivas en momentos de crisis, a agotar hasta los últimos recursos, a buscar la ayuda necesaria para cumplir con la Voluntad de Dios.
- Hacer memoria del don que han recibido de su vocación: No nos lo dimos nosotros mismos, es el Señor el que nos ha amado y llamado y si Él nos dio ese don es porque Él vio en nosotros la capacidad y las condiciones.
- No podemos olvidar que es Dios el que llama, entonces desistir ante la primera crisis o dificultad que aparezca es también desistir del amor de Dios, como cuando uno empieza a romper el compromiso y a decirle a la otra persona, ya el amor se me acabó; no el amor siempre está, el amor se manifiesta con más fuerza en momentos de crisis.
- En las redes sociales hay un mensaje que comparten mucho: “Dios les da las batallas más difíciles a sus mejores soldados”, entre más fuerte la dificultad mejor la oportunidad de probar nuestro amor y demostrarle al mundo no porque toca sino como una consecuencia del amor que le tenemos a Dios, que si es posible avanzar en este camino.
Para finalizar, el Padre Yarolt Contreras Morantes Animador del Equipo Arquidiocesano de Promoción Vocacional de la Arquidiócesis de Bogotá nos expresa “Yo no me imagino en unos años una sociedad, una ciudad, una iglesia que peregrina en Bogotá sin unión y fe a la persona de Cristo, cada uno viviendo de cualquier manera su vocación; sería lamentable, generaría una descomposición no sólo a nivel de Iglesia sino de la sociedad, por eso veamos con ojos de esperanza lo que pasa hoy y lo que piensan muchos niños, jóvenes y adultos sobre las vocaciones, nos están pidiendo que seamos mejores signos, testimonio de Cristo, Él nos llamó desde nuestra humanidad, no somos perfectos y sin embargo nos elige, así que ánimo y mucha oración por todos aquellos hermanos que aunque no los conozcamos o distingamos están viviendo su respuesta vocacional".