El tiempo del Adviento da inicio al Año Litúrgico en la Iglesia
Durante el Adviento leemos la historia y descubrimos que en ella Dios trazó un plan de salvación para redimir a la humanidad. Este plan de salvación llegó a su plenitud a partir de la Encarnación del Hijo de Dios. Por eso, en el Adviento nos preparamos para rememorar las fiestas del Nacimiento del Señor y vislumbramos la próxima venida gloriosa y definitiva de Jesucristo. Este acontecimiento lo celebramos en la liturgia de la Iglesia, en las oraciones, en los ritos y en diversos signos presentes en los templos católicos y en las casas donde se espera la venida del Señor.
La corona del Adviento está formada por ramas o lazos verdes que se entrecruzan, y por cuatro velas que simbolizan las cuatro semanas del Adviento, el color es indiferente, aunque tradicionalmente se usan moradas. Cada domingo del Adviento se enciende una de las velas para indicar en qué semana vamos y así acrecentar nuestra disposición para celebrar la venida del Señor.
Los invitamos, pues, a construir la corona del Adviento en casa para manifestar de ese modo nuestra vigilancia y preparación en las proximidades de la venida del Señor. Una vez hayamos elaborado la corona del Adviento, la llevamos al templo para que el sacerdote la bendiga. Luego la ponemos en un lugar de la casa donde fácilmente podamos verla y acercarnos a ella para encender las velas.
Proponemos ahora la oración para encender las velas de la corona. El rito de encender las velas tendrá, además, una meditación en torno a la Virgen María, ya que ella simboliza al creyente que en actitud de vigilancia y de oración espera la pronta llegada del Mesías.
Bendición de la corona de adviento
La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que se avecina como luz esplendorosa, para iluminar a los que estamos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado. Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona con verde follaje y la ha adornado con luces. Ahora pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, te pedimos, Señor, que mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades.
Él que vive, reina y está presente en cada ser humano por años sin fin.