Hoy nos has dado tu amor al regalarnos otro día de vida para vivirlo y compartirlo. Ayúdanos para que sea un día de entrega y disponibilidad, de servicio y fraternidad.
Perdónanos por los días en que, al igual que Pedro y Juan, surgen en nuestros corazones algunas preguntas: "Señor, ¿quién es?", "Señor, ¿adónde vas?", "Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora?". Quién, adónde, por qué. En sus preguntas reconocemos las nuestras. Por boca del discípulo amado y de Pedro formulamos nuestras zozobras, nuestras incertidumbres, nuestras dudas y temores. Sólo te pedimos sabiduría para comprender tus caminos y no tener actitudes como las de Judas: Primero toma el pan untado por Ti, y luego se va. Participa de tu alimento, pero no comparte tu vida, no resiste la fuerza de tu mirada. Por eso "sale inmediatamente". No sabe, no puede responder al amor que recibe de Ti.
Hoy te pedimos que tu amor esté en nosotros, para que te “entreguemos” a nuestros hermanos como Señor de la vida, de la fe y la esperanza, y camines con ellos y con nosotros. Hoy nuestra jornada sea de armonía, de sinceridad, de entrega y de servicio. Amén.
Un muy santificado martes.
Meditación del Papa Francisco
El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de volver a encontrarse con sus amigos. “Cuando vaya…, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes”. Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él.
Pero el Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad –“¿quién es el traidor?”–, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros pecados.
El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande… Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo.
El Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, nuestra santa madre Iglesia jerárquica, constituida por Cristo resucitado» (Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2014).